Para esta campaña de la Agència Catalana de Turisme partimos de una idea sencilla, pero con mucha fuerza: reinterpretar la flor como símbolo de identidad catalana. Y no una flor cualquiera, sino el panot de flor de Barcelona, ese pequeño mosaico que todos hemos pisado alguna vez, que lleva más de un siglo formando parte del paisaje urbano y que, casi sin quererlo, se ha convertido en un emblema de lo cotidiano.

La gráfica se inspira en el modernismo catalán, no solo como estilo artístico, sino como una forma de mirar el mundo: orgánica, valiente, emocional. Con sus curvas, sus simetrías imperfectas y ese lenguaje tan vivo que recuerda a Gaudí, Domènech i Montaner y a tantos otros que supieron ver la belleza en lo natural y lo hecho a mano.

El resultado es una identidad gráfica que busca ir más allá de lo estético. Habla de pertenencia, de artesanía, de innovación desde lo local. Es una pieza pensada para viajar por el mundo, con la fuerza de lo simbólico y la sensibilidad de lo auténtico. Como Cataluña.